Milagros modernos
Hace casi 50 años conocí a un muchacho, un presbítero,
que poseía la autoridad del Sacerdocio Aarónico.
Siendo yo su obispo, era también su presidente
del quórum. Ese joven, llamado Robert, era tartamudo;
no tenía ningún control.
Tenía complejo de inferioridad, era tímido, tenía miedo de sí mismo y de la gente,
y le abrumaba sobremanera el impedimento
que tenía en el habla.
Jamás cumplió una asignación;
nunca se atrevía a mirar a nadie a los ojos;
siempre se le veía cabizbajo.
Mas un día,
tras una serie de circunstancias poco comunes,
aceptó la asignación de ejercer
su responsabilidad de presbítero para bautizar a otra
persona.
Me senté a su lado
en el bautisterio
del sagradoTabernáculo.
Él llevaba ropa de blanco inmaculado y
estaba listo para la ordenanza que estaba a punto de
llevar a cabo.
Le pregunté cómo se sentía.
Con la cabeza gacha y tartamudeando al punto de que su habla era casi
incoherente,
me dijo que se sentía terriblemente nervioso.
Juntos oramos fervientemente a fin de que pudiera
cumplir con su deber.
Entonces, el que oficiaba leyó las palabras:
“Ahora, Nancy Ann McArthur será bautizada
por el hermano Robert Williams, presbítero”.
Robert se alejó de mi lado,
se metió en la pila,
tomó a la pequeña
Nancy de la mano y la ayudó a entrar en el agua
que limpia la vida del ser humano
y proporciona un renacimiento
espiritual.
Elevó entonces su mirada como hacia los cielos,
y manteniendo su brazo derecho en
forma de escuadra,
pronunció las palabras:
“Nancy Ann McArthur,
habiendo sido comisionado por Jesucristo,
yo te bautizo en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo”.
No tartamudeó ni una sola vez;
no titubeó; no vaciló;
se había manifestado un milagro moderno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario