lunes, 15 de diciembre de 2008

Milagros modernos

Milagros modernos

Presidente Thomas S. Monson





Hace casi 50 años conocí a un muchacho, un presbítero,

que poseía la autoridad del Sacerdocio Aarónico.

Siendo yo su obispo, era también su presidente

del quórum. Ese joven, llamado Robert, era tartamudo;

no tenía ningún control.

Tenía complejo de inferioridad, era tímido, tenía miedo de sí mismo y de la gente,

y le abrumaba sobremanera el impedimento

que tenía en el habla.


Jamás cumplió una asignación;

nunca se atrevía a mirar a nadie a los ojos;

siempre se le veía cabizbajo.

Mas un día,

tras una serie de circunstancias poco comunes,

aceptó la asignación de ejercer

su responsabilidad de presbítero para bautizar a otra

persona.

Me senté a su lado

en el bautisterio

del sagradoTabernáculo.

Él llevaba ropa de blanco inmaculado y

estaba listo para la ordenanza que estaba a punto de

llevar a cabo.

Le pregunté cómo se sentía.

Con la cabeza gacha y tartamudeando al punto de que su habla era casi

incoherente,

me dijo que se sentía terriblemente nervioso.

Juntos oramos fervientemente a fin de que pudiera

cumplir con su deber.


Entonces, el que oficiaba leyó las palabras:

“Ahora, Nancy Ann McArthur será bautizada

por el hermano Robert Williams, presbítero”.

Robert se alejó de mi lado,

se metió en la pila,

tomó a la pequeña

Nancy de la mano y la ayudó a entrar en el agua

que limpia la vida del ser humano

y proporciona un renacimiento

espiritual.

Elevó entonces su mirada como hacia los cielos,

y manteniendo su brazo derecho en

forma de escuadra,

pronunció las palabras:

“Nancy Ann McArthur,

habiendo sido comisionado por Jesucristo,

yo te bautizo en el nombre del Padre, y del

Hijo, y del Espíritu Santo”.



No tartamudeó ni una sola vez;

no titubeó; no vaciló;

se había manifestado un milagro moderno.




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